Ninfomanía, de Lars von Trier
- menteslibres
- 4 jul 2014
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Escrito por Juan Pablo García Moreno
En mayo de 2011, Lars von Trier presentó Melancholia, entonces su más reciente película, en el Festival de Cannes. Acompañado por miembros de su elenco, respondió a las preguntas de la prensa reunida en lacroisette. Un periodista, aludiendo al extensivo uso de Wagner en la musicalización de la cinta, preguntó al realizador su opinión sobre la estética del régimen nazi. Lo que siguió fue una diatriba entrecortada que inició con Albert Speer y terminó con la frase “simpatizo con Hitler”.
El escándalo fue mayúsculo y las reacciones no se hicieron esperar. Al día siguiente, von Trier sería declarado persona non grata en el festival de la costa francesa. En la entrega de premios, se reconoció a Kirsten Dunst como mejor actriz por Melancholia y, sin embargo, von Trier no fue invitado. Fue así como el provocador danés fue expulsado del espacio que alguna vez lo acogió como el nuevo enfant terrible y catapultó su fama.
Von Trier, sobra decir, pidió disculpas arguyendo que sus comentarios habían sido malinterpretados y tomados fuera de contexto. Cierto o no, el evento marcó el inicio de un prolongado periodo de silencio por parte de von Trier. De ahí que cuando anunció que su siguiente obra sería una épica sexual de cuatro horas de duración, la expectativa no se hiciera esperar. Von Trier no sólo rompía el silencio —y regresaba a la vida pública— sino que lo hacía con un reconocido reparto y la promesa de una verdadera obra mayor.
Ninfomanía no sólo es el resultado de esa espera —es también un verdadero desastre. Las más de cuatro horas de duración de la supuesta épica pueden resumirse así: un hombre bienintencionado encuentra a una mujer golpeada en la calle, la lleva a su casa para ayudarla y comienzan a hablar. En el transcurso de una noche la mujer —sabremos que se llama Jo— confesará su adicción al sexo y le narrará a su interlocutor cómo es que la búsqueda indiscriminada de placer ha definido su vida.
Podrá sonar interesante —no lo es. Más aún, la inquietante premisa no funciona ni para satisfacer el morbo, porque ni es inquietante y a duras penas es una historia. Lo que tenemos en su lugar son horas en las que von Trier, enmascarado en una catatónica Charlotte Gainsbourg, dialoga con la encarnación de la Wikipedia (Stellan Skarsgård, indecentemente desperdiciado) sobre una amplísima variedad de temas, por ejemplo: Bach, Beethoven y el arte de la fuga; la secuencia de Fibonacci; el cisma de la Iglesia; la pesca silvestre, y la mecánica interna de una Beretta 9mm.
Hay muchos otros temas que se discuten a profundidad, y francamente no importa. Lo importante es que, en lugar de historia, von Trier presenta una cátedra con ínfulas de suma erudición. Como narrativa, los diálogos son de una inverosimilitud francamente risible; como “ejercicio filosófico” es pedante y pretencioso. La promesa de una épica sexual sin concesiones se asemeja más a la adaptación cinematográfica de una cátedra de aeropuerto de Jorge Volpi.
Porque, recordemos, el centro de la historia es la vida sexual de la protagonista. Bueno, pues si escuchar a los personajes dialogar con tono de sínodo doctoral resulta aburrido, las largas secuencias sexuales con las que von Trier los intercala son aún peores. Desde las primeras experiencias juveniles de Jo, hasta un catálogo entero de perversiones en su madurez, la película retrata —o, mejor dicho, pretende retratar— el ascenso y caída de la sexualidad de la protagonista. El problema es que la nutrida compilación de escenarios sexuales, al igual que los diálogos de los protagonistas, tienen la tensión dramática de una línea de ensamblaje. Monótonas, grises, torpemente montadas. Von Trier busca expresar la insaciabilidad de la ninfómana del título secuencia tras secuencia —logrando únicamente despertar un tedio insufrible.
Como podrá imaginarse, existe una contraparte masculina, una figura principal en las narraciones de la protagonista. Podrá imaginarse, sin embargo, que se trata de un personaje fuerte, complejo, capaz de atraer a Jo a lo largo de su vida. Tampoco es el caso. Shia LaBeouf fue la elección de von Trier para personificar a Jerôme, el soporte principal de su protagonista; Ninfomanía también es su historia. Somos testigos de sus cambios: de pedante joven abusador, a yuppie, a abnegado padre de familia. Todo esto sin nada que justifique, que explique, la transición de una faceta a otra. En el estreno de Ninfomanía, LaBeouf apareció con una bolsa de papel en la cabeza. Me parece atinado e ilustrativo —es ésa su verdadera expresividad como actor.
Podría seguir criticando al reparto, pero realmente no tendría mucho caso. El problema principal deNinfomanía es de fondo: es la autocomplacencia de un realizador que, utilizando un tema polémico como gancho, atrae a la audiencia para faltarle el respeto. El sexo vende, y vende muy bien, pero utilizarlo como estrategia de mercadotecnia para presentar una cátedra difusa, un compilado de capítulos mediocres, es un exceso injustificable. Porque, al final de la película, al espectador no le interesa la sexualidad de la protagonista precisamente porque la protagonista ha dejado de interesarle por completo.
Ninfomanía es posiblemente la peor película de von Trier: lo muestra mediocre tanto en términos narrativos como estéticos. Un enfant terrible que ha envejecido mal. Se ha dicho que esta película cierra la llamada Trilogía de la depresión, iniciada con Anticristo y continuada con Melancholia. Pero son cosas muy distintas que una película sea depresiva a que sea deprimente, y si algo deprime de Ninfomanía es su ejecución. “Mi historia es larga”, dice Jo al inicio de la película; “entre más larga mejor”, dice su interlocutor. Nada más falso. Quien vea esta película podrá expresar el alivio que trae consigo el fin de las cuatro horas de tedio.
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